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El deseo de intimidad en las relaciones es un profundo anhelo en el ser humano. Es que cuando Dios nos hizo dijo: “Hagamos al Hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn. 1:26). El modelo en el diseño de las relaciones humanas se basó en la RELACIÓN INTIMA y PERFECTA DE LA DEIDAD (LA TRINIDAD). ¡Esto era bueno en gran manera! (v.31).
Así, el hombre y la mujer, fueron puestos en el Huerto de Edén y la relación entre ellos era perfecta; incluía: intimidad física, espiritual y emocional. Al punto que se unirían y serían “una sola carne” (Gn. 2:24). Es decir, de un solo pensamiento, sentimiento, propósito y entrega. Estaban ambos desnudos y, sin embargo, no se avergonzaban ni se ruborizaban (v.25).
Esto debió ser la norma para todos sus descendientes en las generaciones futuras. Pero, algo pasó; entró el pecado al mundo, sus ojos fueron abiertos, conocieron que estaban ambos desnudos y trataron de cubrir su desnudez con hojas de higuera (Gn. 3:7).
Ese día se rompió la intimidad perfecta entre el ser humano y su creador; pero, también, entre el hombre y su mujer. Y, más allá, afectó las relaciones humanas de todos sus descendientes en todas sus esferas sociales. De allí en adelante, una las grandes ausentes fue LA FALTA DE INTIMIDAD EN LAS RELACIONES.
En su lugar quedaron la desconfianza, la insensibilidad, el cinismo, el egoísmo, el oportunismo y muchos otros “ismos” que corroen las buenas relaciones humanas. Sin embargo, Dios en su misericordia, nos ha amado con amor eterno (Jer. 31:3) y nos ha dado un Salvador que es Cristo. A través de él, ahora podemos volverá tener intimidad profunda con el creador (Sal. 25:14). Y, no sólo esto, sino también con otros seres humanos que, incluyen: el matrimonio y la familia, los amigos, vecinos, compañeros de trabajo y hermanos en la fe.
En todas estas relaciones se necesita intimidad, cada una en su propia esfera y con sus límites propios, dado la maldad reinante en el mundo.
Todos necesitamos confiar y crecer; necesitamos a otros y, ellos, a su vez nos necesitan. No queremos relaciones superficiales; queremos tener amigos y amigas íntimas. Esto no quiere decir, en manera alguna, intimidad sexual, que sólo debe estar reservada para el ámbito matrimonial.
Por lo que todo creyente que está creciendo en madurez espiritual necesita aprender a CRECER EN INTIMIDAD EMOCIONAL PARA RELACIONES SANAS Y SIGNIFICATIVAS EN TODA PUREZA Y VERDAD.
Esto es verdad también para los esposos. Pues, muchos han perdido o están perdiendo la verdadera intimidad en su relación. ¡Hoy necesitamos abordar esto responsablemente!
Pastor José A. Martínez
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