Celebramos en este tiempo EL MES DE LA BIBLIA y nosotros decimos: ¡Gloria a Dios por su bendita Palabra! Ella ha sido lumbrera en nuestro camino (Sal. 119:105), alimento para el alma (Lc. 4:4) y espada que penetra hasta lo más profundo del alma (He. 4:12).
Hoy reflexionamos en el valor de esta Palabra escrita a la luz del pensamiento y los ojos del Apóstol Pedro. Él escribió cartas a los cristianos “expatriados de la dispersión” que estaban por el Asia Menor (1 P. 1:1). Ellos se sentían como exiliados espirituales por causa de su nueva fe. Y, muchas veces fueron rechazados, marginados, calumniados y perseguidos cuando trataron de alejarse de los valores y la cultura pecaminosa que les rodeaba. Por lo que muchos estaban siendo tentados a volverse a su vida anterior y encontrar consuelo en sus viejos hábitos. Así que el Apóstol Pedro escribió dos cartas para consolarlos, darles consejos prácticos para su vida cristiana y que siempre supieran que Dios nos les había olvidado, ni se había desentendidos de ellos, sino que les había preparado un maravilloso hogar en los lugares celestiales (v.11)
Hoy, nos interesa en particular, lo que escribió en 2 P. 1:12-2:3. Él estaba ya anciano (1 P. 1:5) Así que,
1) Mientras aún estaba con vida, NO DEJARÍA DE RECORDARLES LO QUE DEL SEÑOR APRENDIÓ (v. 12). Tampoco dejaría de amonestarlos con la Palabra del Señor (v. 13). Esto era, predicación y enseñanza constante.
2) Pero, como sabía que el Señor pronto le llevaría (v. 14), procuraría con diligencia asegurarse de una forma en que los cristianos recordaran las enseñanzas del Señor (v. 15). ¡ESTO ES LA PALABRA ESCRITA!
Esta PALABRA ESCRITA:
✓ PROTEGE de caer en las garras de fábulas artificiosas (v.16).
✓ ES FIDEDIGNA (v.16b). Un testigo ocular (v.17,18).
✓ ES SEGURA (v.19), por lo que el cristiano hace bien en estar atento a ella como una antorcha que alumbra en lugar oscuro.
✓ NO ES DE INTERPRETACIÓN PRIVADA (v.20)
✓ NO ES PALABRA DE HOMBRES (v.21) ¡ES INSPIRADA POR EL ESPÍRITU SANTO! (ver 2 Ti. 3:16.17). Por tanto, a cuidarse de falsos maestros (2:1-3).
Pastor José A. Martínez
